Este jueves 27 de noviembre a las 20 h Chokenbici se suma al ciclo Plataforma de Novedades para subirse al escenario en su versión más grande, más luminosa y más compartida: un show donde el groove se estira, la familia se agranda y cada canción encuentra nuevas voces, colores y aventuras. BIG BAND CHOKE es eso: el mismo ADN, pero en modo expansión total.

Cuando Chokenbici empezó, nadie pensó que esa “zapada entre amigxs” iba a convertirse en un proyecto que hoy mueve una comunidad entera. Pero había algo ahí: una química rara, de esas que no se explican, que directamente suenan. Lautaro lo recuerda perfecto: “Cada vez que tocábamos salía un tema nuevo. Era como si la música se adelantara a todo”. Un lenguaje sin palabras. Cohesión sin instrucciones. Titanic vibes, pero en un barco que, lejos de hundirse, estaba aprendiendo a despegar.

Y así nació ese groove que hoy es marca registrada. Entre covers tempranos de Erykah Badu y Lauryn Hill, más alguna joyita que surgió sin querer —como “Hit 90”, que terminó definiendo el ADN del proyecto—, Chokenbici encontró su norte sin buscarlo demasiado. A veces la identidad aparece sola, como cuando ese niño del Parque Scalabrini Ortiz corrió a saludarlos después de un show post-pandemia. “Fue lo más tierno del mundo”, dice Lautaro. Y sí: hay comunidades que se forman así, sin anuncios, sin marketing, sin solemnidad. Simplemente porque algo vibra.

BIG BAND CHOKE: la familia se agranda (y suena más fuerte)

Había un deseo dando vueltas desde hace tiempo: hacer una versión ampliada del Choke. Una especie de upgrade musical y emocional. Un “¿y si invitamos a todxs de una?”. El teatro como escenario hizo que esa idea explotara: llegó el momento del BIG BAND CHOKE.

Lautaro lo explica con la mejor metáfora gastronómica posible:

“Pasamos de un asado hecho por uno a un asado hecho por Malmann. Con frutas colgando y todo.”

Así funciona: sumar más músicos significa sumar colores, texturas, sorpresas. A veces un arreglo inesperado. A veces una línea que nadie imaginó y que, de repente, hace que la canción se ilumine en un lugar nuevo. La elección de invitadxs tampoco es azarosa: son personas con las que ya compartieron caminos, pasiones, códigos. Una familia musical que se expande sin perder su corazón.

¿Dificultades? Claro. Coordinar talentos, agendas y sueños no es fácil. Y menos cuando “cada vez hacemos más cosas y cada vez cuesta más tener plata hasta para lo básico”, dice Lautaro, con esa sinceridad que es tan Chokenbici como su groove. Pero aun así, el proyecto crece. Y sigue creciendo.

¿A qué se parece esta Big Band?

A un viaje.
Pero no un viaje simple.

“Es medio ir a Brasil. Mar y montaña. Brisa refrescante, sol y lluvias pasajeras.”

A momentos expansivos donde el Colo y Ani están manijísimos sumando capas y Lautaro dice “che, esperen, respiremos”. A una energía que se comparte con el público —porque acá no hay “arriba” y “abajo”—, todo sucede en conjunto. Lo que pasa en el escenario vuelve amplificado desde la platea. Y lo que vuelve de la platea dispara algo más grande.

Cuando termine el show, si alguien que nunca los vio pregunta “¿qué acabo de ver?”, la banda sueña con que la respuesta sea simple: Un viaje intergaláctico. Y sí, también un anticipo del gran deseo que los guía desde siempre: viajar por el mundo llevando su música.

11.27 Plataforma Invita Chokenbici2