Hay artistas que hacen canciones, y hay otras que construyen universos. Susy Shock es de estas últimas. Poeta, actriz, cantante y militante, se define como «artista trans sudaca» y desde ese lugar crea una obra que mezcla ternura y fuego, tango y militancia, exilio y pertenencia. El viernes 21 de junio, a las 21, llegará al Teatro de Plataforma Lavardén con su gira «Revuelo Sur», el último disco que grabó junto a La Bandada de Colibríes, donde conviven tangos, milongas, candombes y marchas con una voz que no se parece a ninguna.
En esta conversación íntima y encendida Susy no habla solo de música. Habla del deseo profundo de habitar el mundo de otra manera. Habla de las urgencias de un planeta que se muere, de las disidencias que abrazan, de la necesidad de narrarse y resistir desde el amor.
Tangos sudacas, candombes travestis
«Revuelo Sur» no es solo un disco: es un gesto político, amoroso y visceral. Una forma de decir «aquí estamos», en un mapa musical y cultural donde las voces disidentes históricamente fueron silenciadas, caricaturizadas o ignoradas. «Nací en un conventillo, en un barrio súper tanguero como es Balvanera. Hija de una pareja de provincianos, madre tucumana y papá pampeano, que añoraban sus lugares, que extrañaban sus lugares. Y eso de alguna manera genera como una suerte de melancolía muy tanguera, ¿no? Este disco fue volver a ese origen, bucear ahí, en los recuerdos, y entender que el tango siempre estuvo», cuenta.
Pero Revuelo Sur no se sostiene solo en la herencia: se construye también en la elección. «Fue homenajear a esa parte paterna, a mi viejito. Yo crecí en un matriarcado fuerte, lleno de tucumanía, y eso también me nutrió: me impregnó de los olores, los sabores, los sentidos. ‘Revuelo Sur’ es una reivindicación amorosa a mi papá», dice.
El repertorio va desde tangos y valses hasta milongas con vuelo propio. Son canciones que vibran entre lo íntimo y lo colectivo, que cantan lo personal como político y lo político con poesía, con piel, con memoria.
Sentirse parte del sur, no solo geográfico sino simbólico, es parte vital de su identidad. «Yo no sé cómo sería ser trava en Europa o Norteamérica. A mí me tocó acá, de esta manera, en esta construcción, en estas calles, en este suelo, con estas impunidades, con estos aciertos, con un sueño constante. Y eso me nombra», dice y cita un fragmento de la canción que le da título al disco: «Aún todo eso que falta hacer».
Milonga y teatralidad disidente
Cuando se le pregunta por el carácter político de la milonga, Susy responde sin titubear: «Tiene dramatismo, tiene peso en las palabras. Es muy teatral. Y si algo somos las travas, es teatrales, absolutamente dramáticas y melancólicas».
No se trata solo de estilo. Es una declaración de pertenencia, de sensibilidad. Es una forma de estar en el mundo, de contar(se), de resistir. En sus presentaciones, lo musical se cruza con lo performático, lo narrativo con lo poético. En escena, su cuerpo es instrumento y manifiesto: canta, habla, interpela, abraza. Lo hace con una ternura feroz que conmueve y despierta.
«Esa idea de endurecer la sangre sin perder la ternura ha sido un faro en toda mi construcción. Porque es imposible pensar en un mundo distinto si sólo somos lo peor de este mundo que queremos cambiar», dice.
Una bandada para volar
La Bandada de Colibríes no acompaña a Susy: vuela con ella. En palabras de la artista, «es una familia», un colectivo que se tejió con años de trabajo autogestivo, desde el deseo y desde la convicción de que el arte también es militancia. «Tuvimos diez personas en nuestros inicios. Hoy somos más. Llenamos teatros y lo hacemos sin perder el sentido: sabemos que estamos haciendo algo importante». De esa familia la artista destaca el enorme acompañamiento creativo, las mismas miradas hacia horizontes parecidos y el inmenso trabajo compartido de abrir el juego también a otras personas preciosas en la música.
La presentación en el Teatro de Plataforma Lavardén promete recorrer las trece canciones de «Revuelo Sur» junto a repertorios anteriores, como «Traviarca» y «Buena Vida y Poca Vergüenza», y algunas joyas inéditas en proceso de ebullición. «Vamos con muchas ganas. Pero, sobre todo, vamos con la certeza de que hay un público hermoso, deseoso, partícipe de estos hechos políticos que son también hechos culturales. Lo que vamos a hacer es un ritual con mucho, mucho, mucho, mucho amor», asegura.
Poética del exilio, militancia de la ternura
Una de las marcas más profundas en la obra de Susy es la idea del exilio interior. No el exilio que expulsa a otro país, sino el que se vive en carne propia, entre la cultura provinciana y la gran ciudad, entre lo que se es y lo que el mundo dice que deberías ser. «Soy hija de una provincianía exiliada. Y eso me salvó. Me mantuvo alerta, me conectó con una cultura que aún desde lejos sentí mía», afirma, y agrega: «Me parece algo poderoso, porque también soy parte de una deuda, ¿no?, de esas grandes ciudades con el resto del país».
Reivindicar lo sudaca, lo trava, lo puto, lo torta —palabras que alguna vez fueron insultos y hoy son bandera— es parte de su arte, su poética y, por supuesto, su lucha. «Le robamos al enemigo el insulto y lo volvimos orgullo», dice. Y en esa reapropiación aparece también su ética de lo disidente: que abraza, que cuida, que no pide permiso para existir. «Soy parte de una generación que supo reutilizar los insultos como identificación, como sentido de pertenencia, como identidad, como posicionamiento político», confiesa.
«Nosotras estamos empezando a contar nuestras propias historias porque durante mucho tiempo, otros hablaron por nosotras. Y lo hicieron con prejuicio, con ignorancia. Quizás con buena voluntad. Pero nos contaban mal. Ahora estamos diciendo: esta es nuestra versión. Esta es nuestra voz». Desde esa visión, sentencia: «No sé cuál es el ritmo de nuestra canción, porque recién estamos construyendo nuestros propios discursos y nuestra propia poética».
Futuro y revuelo
Cuando se le pregunta qué le diría a una niñez trans sudaca del futuro, Susy no duda: «El futuro ya pasó. Son estas infancias, estas juventudes, este presente que ya se está espejando. Nosotras no tuvimos ese espejo. Pero fuimos parte de la construcción de ese futuro que ahora empieza a rodar».
Susy confiesa con algo de melancolía que desde niña amaba el folclore pero bailaba una chacarera que no la nombraba o escuchaba una zamba que la seducía por su ritmo pero que la letra no contaba ninguna de sus historias. «Fue una urgencia ponernos a escribir para nombrarnos porque no existíamos», asegura. Para su generación escribir(se) fue vital. Fue sobrevivir.
Hoy, esa urgencia se vuelve horizonte. Porque «Revuelo Sur» no es solo un título: es una consigna. Y es ahí cuando vuelve al gesto político: «Revuelo es lo que todavía no estamos haciendo. Es levantarse con lo poco o mucho que nos quede para defendernos, para pararnos frente a lo que nos lastima. No solo decir basta. Sino poder noquear definitivamente eso que nos lastima».
Y así, entre la ternura radical y la fuerza transformadora de la palabra, Susy Shock sigue creando. Sigue cantando, escribiendo, y haciendo de su arte un grito que no se calla. Porque si de gritos y silencios hablamos, ella tiene muy claro de qué lado está: «El silencio es salud, decían en la dictadura con un cartel colgado en el Obelisco de punta a punta como advertencia —cuenta—. Yo creo que hay un silencio comunitario que duele cuando la infamia nos acorrala. Por eso nuestro suelo, nuestra patria, necesita los nuevos gritos».
Susy es sincera. Es frontal. Dice lo que piensa sin pelos en la lengua. Por eso, cuando habla sobre la agenda travesti trans y de la disidencia es crítica. Está convencida de que tiene que ser la agenda de un planeta que se está muriendo y de un planeta que no puede más ser sostenido desde el capitalismo. «Si nosotras no nos paramos desde ahí, de nada vale cualquiera de las antiguas agendas necesarias y conquistadas en su momento, porque no podemos ver que ni siquiera sirve que me trates con la e si me dejás sin futuro», expresa con firmeza.
Con su voz como bandera y la ternura como arma Susy sigue construyendo con cada canción un mundo donde lo disidente no solo existe, sino que brilla. Sigue abriendo caminos. Canta lo que no se decía, nombra lo que no se nombraba, baila con las heridas sin dejar que le dicten el paso. Porque no se trata sólo de existir: se trata de hacerlo con belleza, con coraje, con deseo de futuro.
«Revuelo Sur» no es un punto de llegada, es un vuelo en espiral hacia todo lo que aún falta construir. Es una invitación a imaginar otras formas de habitar el mundo, otras formas de amar, de resistir, de contar la vida. Un llamado urgente y amoroso a no acostumbrarse al dolor, a no resignarse al silencio, a no dejar de soñar.
Porque Susy canta, finalmente, desde un lugar que conoce el silencio impuesto pero elige gritar. Y ese grito, en clave de tango, llegará al escenario de Lavardén, con voz travesti, con cuerpo poético y con el amor de quienes creen que otra música —y otro mundo— todavía son posibles.